Vivir desde el corazón

VE AL CORAZÓN

Aprendimos a relacionarnos con la vida y con nosotros mismos desde la mente, a intentar entender el porqué de lo que nos pasa. Aprendimos a preguntar y a esperar que fuera esa misma mente que pregunta sin cesar, la que nos dé claridad y respuestas. Aprendimos a aceptar las expectativas de los demás, incluso de la sociedad. Aprendimos a cargar con lo que no es nuestro y a hacerlo sin rechistar. Aprendimos a ser lo que debemos ser, lo que tenemos que ser. Aprendimos a quitarle importancia a lo que necesitamos y a lo que sentimos. Aprendimos a dejarnos para otro momento porque dimos más valor a los demás que a nosotros mismos. Aprendimos, con sumisión, a aceptar la culpa, el pecado, el sufrimiento y el sacrificio. Aprendimos que el miedo es real, que somos insuficientes, que no se puede tener todo en la vida y que las cosas hay que merecérselas. Aprendimos que es más importante hacer que ser, aunque lo que hagamos no tenga sentido.

Aprendimos muchas mentiras y nuestra responsabilidad es la de desaprender lo que no es verdad, y recuperar nuestro poder, para así cumplir con nuestra misión de vida.

Deja de fijarte en lo de fuera, en lo que te dice tu mente, en lo que ven tus ojos, en lo que te reclama la gente. Deja de luchar contra ti y ve a tu corazón. Lleva tu mirada dentro. Es ahí donde están todas las respuestas, donde encontrarás todo lo que estás buscando. Es en tu corazón donde hallarás sentido y dirección. Cierra los ojos y siente.

Tú eres amor, nunca fuiste miedo, el miedo solo está en la mente. Eres completo, lo tienes todo dentro, eres una extensión del macro Universo, pero solo si te comprometes contigo mismo y empiezas a verte como el alma que eres, podrás descubrirlo.

Todos buscamos hogar, aquello que nos hace sentir en casa, y tu hogar, tu casa está en tu interior, en tu corazón.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Thomas Oxford

CON EL CORAZÓN

Con el corazón sé mucho más que con la mente. Con el corazón no merezco por lo que hago, merezco por lo que soy. Con el corazón no tengo que esforzarme en dar ni espero a que el otro me dé lo que con la mente me gustaría. Con el corazón no puedo distinguir entre dar y recibir.

Con la mente me defiendo y me protejo. Con el corazón, soy vulnerable y por tanto estoy disponible y abierto. Con la mente, genero rabia y rencor. Con el corazón, amor y perdón. Con la mente, retengo. Con el corazón, fluyo y suelto. La ansiedad es aliada de la mente porque me lleva a un futuro que me asfixia y que me llena de angustia. Con el corazón, estoy presente. Con el corazón, respiro en un ritmo armonioso y continuo. Genero calma y quietud. La mente me lleva a lo que no existe. El corazón a lo único que es real, al amor.

Con la mente, estoy perdido. Cuando quiero encontrar respuestas y le pregunto a ella, solo surgen dudas y más dudas. Solo confusión. Ya he aprendido que mi mente no es capaz de darme las respuestas que busco. Ya he aprendido que la claridad surge del silencio que genero a través de mi respiración.

Con el corazón, soy capaz de darle sentido y dirección a mi vida. Con el corazón, siento y al sentir, recuerdo que estoy vivo. Con el corazón, me conecto y me vinculo. Con el corazón, sé distinguir entre empatía y compasión. Con la mente me separo y deja de importarme el otro. Con el corazón puedo darme amor del bueno, del incondicional, puedo aceptarme total y completamente, sin embargo con la mente no hago otra cosa que juzgarme y que buscar mi imperfección.

Cuando vivo desde la mente, vivo desde el miedo. Cuando vivo desde el corazón, vivo desde el amor.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Aziz Acharki


COHERENCIA

Estos días, andaba agobiada pensando que se acercaba el domingo y no tenía suficiente claridad como para escribir. Sentía que no tenía nada que decir, pero ese agobio, en vez de interpretarlo como una invitación a aceptar mi límite y a respetarlo, yo lo entendí como una imposición que me llevó a obligarme a mí misma a sentarme delante de mi libreta y escribir y borrar durante más de una hora, desesperada, obviamente, porque las ideas no terminaban de encajar. Cerré los ojos, respiré y me di cuenta de que había vuelto a convertir el INSPIRA, algo que solo funciona si sale del corazón, en una obligación.

Casi constantemente, y debido a mi tendencia a priorizar el deber frente a la necesidad, tengo que parar y revisar el lugar desde donde hago las cosas, y esa revisión no tiene solo que ver con la responsabilidad que he asumido de escribir todas las semanas, también tiene que ver con otros muchos aspectos de mi vida externa que me exigen una revisión del tipo de energía que los impulsa. Porque la motivación es importante. Porque el origen, el porqué y las razones que nos impulsan para hacer lo que hacemos son importantes. Son fundamentales. Porque escribir por obligación aunque no tenga nada que decir convierte lo que escribo en algo sin espíritu, insignificante y vacío. Porque hacer, hacer y producir sin que esa acción esté alineada conmigo no tiene ningún sentido. Porque "el deber ser" y "el tengo que" no pueden ir nunca por separado del "es". Porque uno es la consecuencia del otro. Porque si dentro no se mueve nada, si el corazón no habla, lo de fuera no tiene la base que necesita para funcionar.

Vivir sin pararnos a pensar desde dónde estamos viviendo, cuál es el motor que nos impulsa, qué nos motiva y nos lleva a accionar convierte nuestra experiencia en algo vacío de contenido, ausente de conexión y de corazón, porque lo que la da sentido es la autenticidad que surge de ser desde dentro.

Respetemos los momentos en los que no tenemos nada que decir, ningún consejo que dar, nada que hacer, respetemos que nuestras necesidad internas pueden no tener que ver con lo que hemos decidido esperar de nosotros o con lo que creemos que debemos ser y hacer. Respetemos lo que somos y lo que pasa en nuestro interior para que lo que decidamos hacer, materializar, o producir vaya de la mano de nuestro impulso interno. Que siempre pueda haber coherencia entre lo de dentro y lo de fuera.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Vincent Ledvina

ACEPTA TU LUZ

Hoy escribí a un amigo para felicitarle la Pascua de Resurrección. Me respondió sorprendido que "no sabía que yo fuese creyente”. Su respuesta me hizo pensar sobre lo apegados que muchas veces estamos a nuestras creencias y cuánto nos identificamos con los juicios de nuestra mente. Yo creo en todo aquello que me da la oportunidad de reencontrarme conmigo misma y con la luz que habita en mi interior. Creo en cualquier herramienta que la Vida pone a mi disposición para empoderarme y ser capaz de desprenderme del miedo. Creo en todo lo que despierta un sentimiento elevado dentro de mi corazón.

Me fascina el lenguaje simbólico de la Astrología, la energía disponible que tenemos con cada Solsticio y Equinoccio y el mensaje de Un Curso de Milagros o de la Kabbalah. La invitación del Budismo a practicar la compasión me ha ayudado a descubrir que soy capaz de sentir amor por personas que con mi ego siempre he juzgado. Las celebraciones como la Navidad, el Día de Muertos, la Luna Wesak o la Semana Santa las veo y me gusta vivirlas como portales que tengo a mi disposición para, más allá de mis creencias, adentrarme en el mundo de lo espiritual, que no es otro que el de la conexión con mi Luz interna.

Para mí, la Semana Santa siempre ha sido una oportunidad para la introspección, el silencio y la revisión. Y estos días, en los que he estado muy desconectada de lo de fuera, me he dado cuenta de muchas cosas, pero hay una, para mí muy importante, que me gustaría compartir contigo:

Siempre que tengo oportunidad y a cualquiera que me quiera escuchar le digo, con independencia del proceso en el que se encuentre, que la aceptación es el punto de partida para cualquier cosa. Repito y repito que solo aceptando todo lo que nos ocurre, nuestras emociones, nuestros miedos, nuestras heridas, solo aceptándolo todo, podremos transformarnos. Y estos días, concretamente ayer, después de un tiempo de meditación y de oración, me di cuenta de que tengo una gran capacidad para aceptar mi miedo, mi sufrimiento, mi dolor y mi oscuridad, pero que nunca me he atrevido a aceptar mi luz, a reconocer con humildad que soy Amor. Nunca, hasta ayer, me había parado a pensar en la importancia de aceptar y de darle permiso a nuestra Luz para que nos guíe y gobierne nuestra vida.

Si solo acepto mi oscuridad, únicamente estoy reconociendo una parte de mí. Si aprendo a aceptar que soy Amor, podré permitirlo y dejar espacio para que transforme mi vida. Y para mí ese es el mensaje de esta Semana Santa: aceptar la Luz que habita en mi interior, y la capacidad que tengo para amar, para ser compasiva, para no juzgar, para cumplirme y para vivir una vida plena.

Aceptar que soy Luz me permite elegirla y así renacer a ella.

¿Aceptas que eres Amor?

Feliz presente y feliz Pascua.

Almudena Migueláñez.

Photo by Zachary Young

Photo by Zachary Young

CORAZÓN MÍO

No te he prestado la atención que debería, o mejor dicho, la atención que necesito prestarte para que mi vida, de verdad, tenga sentido. Ahora quiero restablecer mi relación contigo. Siempre he creído más en lo que me decía mi mente que en lo que tú querías contarme a través de tu latido. Siempre, por miedo, quise dejar a un lado todo lo que sientes porque sentir no podía ser tan importante, porque para vivir sostenida en ti, tendría que haber sido valiente, y yo siempre fui cobarde y tuve miedo de dejarme llevar por ese mundo intangible e incomprensible que representan los sentimientos, ese espacio repleto de colores, algunos brillantes y otros, oscuros.

Me he esforzado mucho por encontrar sentido desde la mente, he buscado entre los porqués y entre miles de razones y de motivos, pero ni mi mente ni mis pensamientos tienen el poder ni la fuerza para guiarme por esta experiencia. Siempre fue más cómodo para mí quedarme enganchada en las dudas de la mente que darme la posibilidad de cerrar los ojos y llamar a tu puerta. Ahora me doy cuenta. Ahora sé que, cuando vivo sintiendo, sin filtros y sin juicios, obtengo todas las respuestas.

Tú, corazón mío, representas el centro de mi existencia, la pura consciencia. Tú me conectas con el ritmo de la vida, con el latido de mi Padre Divino, pero también tienes tus exigencias. Para vivirte, es necesario desprenderme del miedo a sentir lo que sea, sin límites, peros, juicios o barreras. Tú, corazón mío, te abres solo si yo me entrego y encuentro el valor de sentir todo lo que siento.

Sentir, sentir es el único camino. Es la única posibilidad de estar realmente vivos, de generar vínculos capaces de sobrevivir a la muerte, de podernos romper en pedacitos, y aún así, encontrar la manera de reconstruirnos. Sentir es la única posibilidad de descubrir nuestro poder para sanar. Un poder que va mucho más allá de cualquier idea que nuestra mente pueda imaginar. Solo a través del corazón, podremos saber qué necesitamos y cómo dárnoslo. Solo el corazón puede guiarnos. Solo una vida vivida de todo corazón nos dará la fuerza y la vitalidad que andamos buscando.

Es hora de vivirte, corazón mío.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Andrew Sharples

Photo by Andrew Sharples